La miopía tiene un componente genético, por lo que las personas con antecedentes familiares son más propensas a padecerla. Este defecto refractivo se produce porque la longitud axial del globo ocular (diámetro de la zona anterior a la posterior del ojo) es superior a la normal.
En el caso de los altos miopes, el alargamiento del globo ocular provoca que la retina y otras estructuras oculares se adelgacen y, como consecuencia, se debiliten. El crecimiento de un ojo con miopía magna puede seguir hasta los 50 años y, cuanto mayor es el número de dioptrías, más se estira el ojo y más se incrementan las posibilidades de sufrir patologías asociadas.
La prevención es clave, ya que el crecimiento axial del globo ocular no se puede frenar ni revertir. En este sentido, la cirugía refractiva permite solucionar el problema de graduación, pero no modifica la forma del ojo miope ni impide, por tanto, las complicaciones que pueden derivarse.
Así pues, es fundamental realizar un buen control oftalmológico para facilitar el diagnóstico y el tratamiento precoz de las enfermedades oculares vinculadas a la miopía magna, mediante revisiones oftalmológicas anuales. Esto permitirá minimizar la pérdida visual y situaciones de baja visión, una condición que afecta a 1 de cada 5 pacientes con más de 15 dioptrías.