Día Mundial del Glaucoma, cómo frenar la ceguera silenciosa

Como cada 12 de marzo, día en el que se conmemora el Día Mundial del Glaucoma, los especialistas en salud visual tratamos de elaborar mensajes para que la población sea consciente de la importancia de esta patología y conozcan cuál es su alcance, ya que el glaucoma es, en los países desarrollados, la principal causa de ceguera en personas mayores de 60 años. Concretamente, se estima que en España hay más de un millón de personas con glaucoma.

Qué es el glaucoma y por qué ocurre

El glaucoma es una enfermedad ocular que afecta al nervio óptico, la estructura encargada de recoger la información visual que recibimos del entorno y de trasladarla al cerebro para su interpretación. Se caracteriza por una presión intraocular demasiado alta que se origina cuando el humor acuoso que hay dentro del ojo no se drena correctamente.

En condiciones normales, el humor acuoso se produce de manera constante en el interior del globo ocular. Una parte de esta sustancia líquida es eliminada por un mecanismo de drenaje. Sin embargo, en los pacientes con glaucoma, este mecanismo no funciona correctamente y el fluido que debería ser eliminado se acumula en el interior de la cavidad ocular.

Esta acumulación del líquido va comprimiendo la terminación del nervio óptico y produce un daño progresivo en el mismo. Cuando esta presión excesiva se prolonga en el tiempo el paciente acaba sufriendo una pérdida del campo visual que va desde la periferia hasta la zona central.

El hecho de que la pérdida de visión sea progresiva y de que el proceso no sea doloroso hace que la persona afectada no se dé cuenta de que tiene glaucoma hasta que no existe se han perdido alrededor de la mitad de las fibras del nervio óptico y la visión se ha visto afectada.

En realidad, existe una variante de glaucoma poco frecuente que no pasa desapercibido. Se trata del glaucoma de ángulo cerrado. Esta patología causa enrojecimiento ocular, dolor muy intenso del ojo afectado y también de cabeza. A veces, incluso pueden aparecer náuseas y vómitos. No obstante, se trata de una variante de glaucoma que afecta en torno al 10% de los pacientes con esta enfermedad.

Por el contrario, el glaucoma crónico es mucho más prevalente (el 90% de las personas diagnosticadas), evoluciona sin provocar ningún síntoma o molestia al paciente hasta que el nervio óptico sufre una afectación considerable y éste nota pérdida de visión.

El glaucoma puede afectar a los dos ojos o a uno solo y es posible que se manifieste tanto de manera aguda como crónica.

El glaucoma puede ocurrir a cualquier edad. De esta forma, y aunque se han descrito casos congénitos e infantiles, lo cierto es que se trata fundamentalmente de una patología asociada a la edad que puede empezar a desarrollarse en adultos jóvenes.

¿Se recupera la visión perdida por el glaucoma?

El motivo por el que es importante concienciar acerca de esta enfermedad silenciosa es que las consecuencias son irreversibles. Es decir, el daño que sufre el nervio óptico a causa de la presión intraocular excesiva no se recupera, y la pérdida de visión asociada a esta patología tampoco.

Esta circunstancia pone de manifiesto la importancia de cumplir con las revisiones oftalmológicas periódicas y de llevar a cabo un diagnóstico precoz.

Cómo se diagnostica el glaucoma

Normalmente, el glaucoma se detecta en la consulta del oftalmólogo a lo largo de una revisión rutinaria. Para ello, es necesario que el especialista haga un estudio de la parte anterior y posterior del ojo, del nervio óptico y que, además, mida la presión intraocular.

A pesar de que el glaucoma se debe básicamente al aumento de la presión intraocular, el diagnóstico de esta enfermedad va más allá de la medición de este valor. En este sentido, cabe destacar que, aunque la presión intraocular considerada normal oscila entre los 10 y los 21 mmHg, lo cierto es que hay pacientes con cifras superiores a 21 mmHG que no sufren glaucoma y, por el contrario, personas con una presión intraocular relativamente baja en los que la patología progresa y daña la visión debido a otros factores de riesgo relacionados con el estado de los vasos sanguíneos que irrigan el ojo o el grosor de la córnea, unos parámetros que el especialista tiene muy en cuenta a la hora de establecer el diagnóstico del glaucoma.

En esta revisión rutinaria también indagamos en los antecedentes familiares de glaucoma, ya que sabemos que este factor multiplica las probabilidades de sufrirlo, en cuyo caso solemos recomendar que el paciente acuda a revisiones oftalmológicas periódicas a partir de los 35 años. Asimismo, se catalogan otros factores que pueden predisponer al desarrollo de la enfermedad, como haber sufrido traumatismos oculares en el pasado o ser miope, un defecto de refracción que predispone a sufrir glaucoma y otras patologías oculares, como el desprendimiento de retina.

Pruebas para diagnosticar el glaucoma

  • Gonioscopia. Se trata de una prueba para ver el ángulo que hay entre el iris y la córnea, ya que es la zona por la que debe drenarse el humor acuoso. La gonioscopia permite al oftalmólogo ver si existe algún obstáculo físico que impida la eliminación del líquido intraocular.
  • Medición del campo visual. Se trata de una prueba para determinar la visión periférica del paciente. Se lleva a cabo con una serie de puntos de luz que el paciente tiene que ver mientras mira a una diana central.
  • Paquimetría. Es una prueba de ultrasonido que se usa para medir el grosor de la córnea.
  • Tomografía de Coherencia Óptica (OCT). Prueba no invasiva que se usa para evaluar la vascularización de la retina y de las estructuras adyacentes.

Tratamiento del glaucoma

Las conclusiones establecidas a raíz de estas revisiones sistemáticas y exhaustivas permiten implantar tratamiento de manera precoz para evitar que la enfermedad avance y acabe produciendo una pérdida de visión irreversible. Es cierto que, aunque la visión que ya se ha perdido no se puede recuperar, actualmente disponemos de tratamientos eficaces para frenar la progresión del glaucoma si se instauran de manera temprana.

El objetivo fundamental que perseguimos con los tratamientos para el glaucoma es reducir la presión intraocular. De esta manera, en un primer momento solemos recurrir a medicamentos en gotas; posteriormente se recurre a técnicas quirúrgicas. Hasta hace relativamente poco, la cirugía del glaucoma se llevaba a cabo cuando la enfermedad estaba bastante avanzada. Sin embargo, las técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas, así como la precisión del láser nos han permitido adelantar la operación y obtener mejores resultados.

Estos avances han sido especialmente valiosos para pacientes que no toleran las gotas o tienen alergia a los principios activos con los que se formulan los colirios para reducir la presión intraocular. Adelantar la cirugía nos ha permitido mejorar las tasas de éxito de manera considerable. No obstante, en líneas generales, el pronóstico de los pacientes con glaucoma es muy bueno, siempre que cumplan con las revisiones oftalmológicas para controlar la presión intraocular.

Cómo se opera el glaucoma

Tal y como hemos comentado, la visión perdida a causa del glaucoma no se recupera. De esta forma, las técnicas quirúrgicas no se llevan a cabo para restablecer la visión, sino para facilitar el drenaje del humor acuoso y hacer que salga correctamente del interior del globo ocular.

Para ello se recurre a dos procedimientos:

  • Trabeculectomía. Es una intervención de drenaje clásica. El cirujano oftalmológico practica un pequeño orificio en la esclera (parte blanca del ojo). A través de él, accede a la conjuntiva y crea una ampolla de filtración debajo de la misma para favorecer la salida del humor acuoso desde la cámara anterior del ojo y aliviar la presión intraocular. Se lleva a cabo en, aproximadamente 30 minutos.
  • Esclerectomía profunda no perforante. Es una variante más compleja de la trabeculectomía que se lleva a cabo en pacientes seleccionados, ya que no todos presentan las características adecuadas para que esta intervención sea exitosa. En esta ocasión, se preserva la parte de la estructura de drenaje natural del ojo que todavía cumple bien con su función. De esta forma, se reduce el riesgo de hiperfiltración de humor acuoso y de complicaciones en el posoperatorio.

Imagen de Paul Diaconu en Pixabay

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